martes, 27 de octubre de 2015

Resacón en el ático

©La loca del coño
Esta mañana me ha llamado mi hermana Gloria hecha una furia. Esto no es que sea una novedad pero que esté levantada antes de las ocho de la mañana sí.  Tema de conversación: Nuestra madre. Tengo que confesar que hace varios días que no hablo con ella porque, de tanto entrar y salir de la cámara frigorífica de la carnicería llevo un resfriado del tamaño de una garrafa de vino.
¿No te ha contado "La Marquesa", apelativo que ella usa cuando está muy cabreada con nuestra progenitora, la última que ha hecho?
No. Pero creo que me vas a poner al día en un momento- he dicho mientras me sentaba en la mesa de la cocina dispuesta a beberme el primer café del día.
¡Es una vergüenza! Menuda organizó la señora durante el fin de semana!
¿En serio? Pero si yo la dejé la mar de tranquila tomando el té con las amigas y organizando las cosas para irse a la clase esa de Danza del Vientre a la que se han apuntado todas.
Ahora debe llamarse “tomar el té” — ha respondido Glori medio riéndose y medio mosqueada.
¡Ay hija eso es lo que me dijo! Que había quedado con las Tutankamon para declararle la guerra a la osteoporosis.
Pues han encontrado un remedio mucho mejor, desde luego. Porque resulta que el viernes por la tarde fui a casa de mamá a recoger unos pantalones que me estaba arreglando. Llamé al timbre varias veces y nadie me contestó. Ya sabes que cuando se le antoja no abre la puerta así es que cogí mis llaves, entré y… ¡No veas la que tenían liada allí!
¿Una orgía con vendas y sarcófagos?- he dicho sin poder disimular la risa
¡Peor! Todas las ancianas estaban en medio del salón solo vestidas con las bragas y el sujetador!
Dudo mucho que se lo estuvieran montando entre ellas. Ninguna puede levantar un músculo sin ayuda.
¡Por dios bendito Antonia no seas ordinaria! ¡Se trata de tu madre!
¡Coño y de la tuya! Aunque estoy segura que lo más probable fuera que se estuvieran enseñando los modelos de lencería que usan. Ya sabes que, de vez en cuando les da por hacer estas cosas.
Joder pues los modelitos debían de ser de una tienda de todo a un euro porque la imagen de todas era lamentable.
Bueno — he dicho yo tratando de ir al tema principal de la conversación — ¿Qué dijo mamá cuando te vio en casa!
¡Nada! Me recibió entre carcajadas y me dijo que me sentara con ellas. Cuando me acerqué a la mesa vi un montón de fichas de casino y a una enana fumándose una pipa mientras iba repartiendo cartas.
Pero si tu madre odia el juego. Además a la que la sacas del cinquillo y la brisca se pierde.
No si perdida estaba. Porque fue sentarme en la silla y empezó a llegarme un pestazo a alcohol que ni te cuento. Yo todo era mirar a un lado y a otro pero no había ni rastro de ninguna botella. Sólo se veía el plato de las pastas y una jarra de café vacía.- ha narrado mi hermana con esa perfección que siempre me ha apasionado en su forma de contar historias.
¿Alguna de ellas te explicó qué hacían medio desnudas?- he preguntado queriendo averiguar el lado morboso del asunto.
Sí en cuanto me senté. Una tipa muy seca me dijo que por cada farol que se marcaban y eran descubiertas por las demás se tenían que quitar una prenda.
Pero… ¿Y cómo sabían ellas que las demás iban de farol si las cartas no se enseñan al terminar la partida?- he dicho con absurda ingenuidad.
Pues porque estas mujeres además de estar colgadas son tontas. Y después de cada mano todas ponían las cartas sobre la mesa y me morían de la risa mientras que la más mentirosa se iba desnudando.
Tanta inocencia en el inserso me conmueve — me he limitado a responder. — De todos modos, tampoco es tan grave el asunto…
Es que todavía no te he contado lo peor.  No si es que aún no te he contado lo peor.
Coño, ¿hay más?
¡Ya te digo! Dejé a las abuelas enfrascadas en su partida de cartas y me fui al súper. Cuando estaba casi llegando a casa caí en la cuenta de que se me había olvidado recoger los pantalones de casa de mamá. Así es que volví. Pasé de llamar al timbre porque los cánticos se oían desde el portal- ha explicado mi señora hermana con dificultad porque se estaba muriendo ya de la risa.
¡No!
Sí. Iban, como mínimo, por la cuarta revisión de los Grandes Éxitos de Los Panchos.
Pero si nuestramadre NO canta- he respondido yo sin poder contener las carcajadas.
Cierto. Y no lo hacía. Ella dirigía al coro de momias en ropa interior que aullaba sobre el sofá del salón una versión muy particular de "Solamente una vez". Estaba a punto de hacer notar mi presencia porque, por supuesto, las señoras no se habían enterado de nada, cuando he visto que de debajo de la faldilla de la mesa salía una de las momias sujetando una botella de anís del mono en cada mano y haciendo ronda de chupitos entre las amigas "porque se les secaba la boca de tanto cantar" según aseguraba mientras les vertía un chorrito a cada una en la boca.
Esto ha sido ya la gota que ha colmado el vaso. Ni mi hermana podía seguir explicándome la historia porque lloraba de risa ni yo podía seguir su conversación porque hacía ya diez minutos que me meaba toa.
No es tan gracioso como parece porque luego la que tuvo que cargar con las borrachas fui yo.
Pues a mí no me hace gracia- ha sentenciado
Bueno un poco sí…
Ya te digo yo que no porque la que luego tuvo que cargar con las borrachas fui yo.
¿Cómo cargar con las borrachas?
Sobre las diez de la noche empezó a sonar el teléfono de casa. Algunos de los familiares de las Tutankamon que sabían dónde era la reunión llamaban preocupados porque sus ancianas madres NO habían regresado. Me los quité de encima diciendo que seguían sanas y salvas. Cuando colgué al último de los hijos angustiados me di cuenta de que las viejas llevaban una monumental cogorza y que no las podía llevar a casa en ese estado.
Me tendrías que haber llamado. Entre las dos las podríamos haber sacado al balcón al frío de la noche para espabilarlas
¡Antonia qué bruta eres!
En absoluto. El frío es un gran aliado. Si yo te contara cómo funcionan las cosas en la cámara frigorífica de la carnicería…
Mejor no. El caso es que opté devolverlas a la vida con el método de toda la vida: Litros y más litros de café.
¿Y funcionó?
¡Ya lo creo! No habían pasado ni diez minutos cuando mamá empezaba a parecer una persona normal. Y, en cuanto se dio cuenta de que sus amigas estaban vomitando y diciendo a gritos que estaban al borde de la muerte, se hizo cargo de ellas.
El hecho de imaginar a mi madre acarreando por el ático en el que vive a un grupo de ancianas achacosas y además borrachas ha podido conmigo. He empezado a reírme de nuevo mientras he oído cómo me decía mi hermana: "Pues espera que aún no te he contado cómo les pusimos el camisón"....

1 comentario :

  1. No me he podido reír más, Jajajaja. Se me venía a la cabeza imágenes de mi abuela haciendo semejante despliegue y más me he reído. Raquel eres lo más!!

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