lunes, 12 de diciembre de 2016

Annus Horribilis



Corría el año 1992 cuando la Reina Isabel II de Inglaterra calificaba así los últimos doce meses de su vida. Algunos miembros de su familia más directa se habían divorciado y a ello había que sumarle los quebraderos de cabeza que le estaba ocasionado Diana de Gales, a la que nunca quiso entender. La reina pronunció estas palabras en un banquete que se organizó en honor con motivo de sus cuarenta años en el trono. Recuerdo que estaba más pálida de lo normal y que, de no haber sido porque es una mujer educada para mantener las formas, aunque se esté muriendo por dentro, se habría roto delante de todo el mundo. En aquel momento yo aún no había cumplido los veinte. Lo primero que pensé cuando vi su imagen en la televisión era cómo alguien que lo tenía todo podía calificar nada de “año terrible”. En todas las familias se cuecen habas y la suya no iba a ser diferente. Ahora, muchos años después, sonrió con tristeza al recordar lo que equivocada que estaba. 

2016 ha sido mi particular “Annus Horribilis”. Podría enumerar todas las desgracias que no me han sucedido. Sería fácil acogerme a la tan manida frase de “podría ser peor”. ¡Por supuesto! Todo puede ser más cruel y espantoso de lo que podamos imaginar, pero también puede ser mucho mejor y maravilloso. Siempre he sido más de fijar mis objetivos hacia arriba en vez de hacia abajo. También podría optar por explicar una por una todas las cosas malas que sí me han pasado. En más de una ocasión he sentido la tentación de hacerlo. Pero cada vez que me he sentado delante del ordenador para narrarlas, me ha asaltado la misma pregunta: ¿Para qué? ¿Va a cambiar algo?

Nunca suelo hacer balance de los años que terminan. No me gusta mirar hacia atrás. La vida me ha enseñado que el pasado no se puede cambiar, que el futuro está por venir y que lo único que nos queda es el momento. “Carpe diem” decía Robin Williams en “El club de los poetas muertos”. ¡Qué poético y qué cierto a la vez! Hoy no va a ser la primera vez que empiece a repasar estos últimos doces meses. Solo voy a enumera algunas de las emociones, a compartir algunos de los pensamientos que me rondan en una madrugada en el que medio mundo se prepara para celebrar la Navidad. 

Hay personas que te hacen daño, que te rompen hasta el punto en el que despiertas una mañana y ni siquiera sabes quién eres. Seres que se acercan a esa luz que desprendes hasta que consiguen apagarla del todo. Gente a quienes, una vez se les ha pasado la fascinación por tu forma de ser, intentan cambiarte a toda costa, con cualquier argumento. Todo vale para que al final del camino sientas que tú tienes la culpa de todo y que te mereces la forma en la que te están tratando.  Hay seres a quien un día escogiste querer sin saber cómo y cuánto te estabas equivocando. Pero tú eres así. Muy de darlo todo, de luchar y de quedarte hasta el final. Da igual que ese final te destroce, porque piensas que tienes la conciencia tranquila por aquello de que “al menos lo intenté”. 

Todos nos hemos encontrado alguna vez con esta clase de humanos. Algunos tienen la inteligencia de saberlos detectar a tiempo y alejarse de ellos. Otros, sin embargo, parece que se sientan atraídos hacia ellos como si de una especie de droga se tratara. Es como si cada vez que te propusieras alejarte del chocolate porque te mata, llenaras con él la cesta de la compra cada vez que vas al súper. Esa clase de comportamiento que sabes que no te conviene para nada, pero que eres incapaz de detener sabiendo que cada minuto que lo mantienes estás muriendo un poco más. 

Durante los últimos 365 días he deseado casi con la misma intensidad huir y encerrarme. ¿Contradicción? No. Puedes perfectamente liarte la manta a la cabeza, viajar a cualquier parte del mundo mientras que vas construyendo una coraza en tu interior. Un muro enorme que impida que nadie más vuelva a acariciarte el interior. Han sido días en los que he pensado que todo había terminado y que era más fácil asumir que ciertas cosas de la vida no son para mí. Se puede seguir adelante mientras te tengas a ti mismo. Pero precisamente ese ha sido uno de los principales problemas.  Dicen que para encontrarse primero hay que perderse. A poder ser, mucho. En 2016 me he perdido tanto que la mañana en la que fui a buscarme solo encontré escombros y basura. 

Alguien optimista estará pensando que aquello era lo mejor que podía encontrar. Porque, ¿qué se hace con los escombros y la basura? Recogerla y tirarla para volver a construir. Pero, ¿cómo edificas algo cuando ya no crees? ¿Cuál es el secreto para salir cada mañana de la cama por una razón que tenga que ver exclusivamente contigo y no con el mundo que te rodea? No lo hay. Al menos, yo no lo he encontrado. Hay ocasiones en los que la realidad se burla de nosotros y la única respuesta que nos ofrece para las grandes preguntas que le formulamos es un simple “porque sí”. Y no te queda más remedio que apretar los dientes, seguir respirando y tratar de que todo a tu alrededor sea lo más normal posible. No es que te apetezca, ni que estés encantada. Ni siquiera se trata de que seas fuerte. Es que eres de esas personas que piensan que la gente que te rodea no tiene la culpa de tus mierdas. 

Y van pasando los días, las semanas, los meses.  Pero, lejos de estar mejor y mirando hacia adelante con optimismo, tienes la sensación de que cada vez hay más escombros en vez de más limpieza. Has llegado a un punto en el que hasta la rutina más simple te cuesta la misma vida. Sigues peleando. Eso en mi caso se traduce en seguir sentándome cada mañana frente al ordenador para intentar escribir una, trescientas, cuatro mil palabras o ninguna. Lloras, moqueas, pataleas y te cagas en la vida.  Al principio cada minuto, después cada diez y, con suerte solo cada hora. Hay momentos en los que crees que es mejor salir de la cueva porque nadie se merece sufrir. Otros en los que te convences de que la cueva es el mejor refugio que puedes tener. 

En medio de esta montaña rusa de emociones ha llegado diciembre y sigo sin querer echar la vista atrás. Sé que he perdido mucho en el camino, pero también he aprendido. El precio ha sido muy alto. Demasiado sufrimiento… one more time. Una parte de mí no quiere confiar ni relacionarse con las emociones ajenas. Pero sé que si sucumbo a ella será la muerte.  Seguiré respirando, pero pasaré por la vida de puntillas. Y no es así como lo imaginé. 

Hace unos pocos días alguien muy cercano me dijo: “Solo tienes que creer”. A lo mejor es una gilipollez más.  O tal vez tenga razón. Tampoco quiero analizarlo demasiado porque creo que es una de esas decisiones de blanco o negro, todo o nada. Se cree o no se cree. En lo que sea: La Navidad, el Black Friday, la HBO o en que hay vida inteligente en Internet... Cada uno encuentra sus motivaciones para hacerlo.  Yo he sido de encontrar las mías. Solo son dos. Las necesarias para pensar que 2017 será ESE año que me merezco, que nos merecemos, que os merecéis. 

jueves, 26 de mayo de 2016

En ocasiones veo magia



Hace unos días tuve que ir al aeropuerto a recoger a un autor que venía a pasar unos días a Barcelona. Fui con bastante tiempo porque me gusta observar siempre el ambiente que se respira en la zona de llegadas. Esas caras de entusiasmo, de ansia, de expectación ante el inminente momento de ver a los seres queridos a los que tanto se ha echado de menos. O tal vez se esté esperando a ese ser que verás por primera vez y que es posible que se convierta en el amor de tu vida. 
Me puse como siempre en la parte de atrás junto a la cafetería. Desde allí tenía una visión perfecta de todo lo que acontecía. Después de pasear la mirada durante varios minutos me fijé en un chico alto, moreno. Cómo no verlo. Ahora seguro que pensáis que voy a decir que era guapísimo y divino. Pues no. El chaval era de lo más normalito del mundo, aunque había algo que le hacía sobresalir sobre el resto. Me acerqué un poco hacia donde se encontraba para comprobar que era cierto lo que mis ojos habían intuido. En efecto. Allí estaba. 
En la mano derecha y casi a ras de suelo el joven llevaba un montón de globos de colores que trataba de ocultar de la vista de los demás probablemente para no ser objeto de burla o mofa. Siempre hay gente muy gilipollas, ya sabéis. En la mano izquierda llevaba un montón de ositos de peluche unidos entre sí con cintas de colores. 
El corazón se me aceleró. Lo confieso. Estaba a punto de presenciar uno de esos encuentros románticos que se ven en las películas y que, reconozcámoslo, nos hacen babear a todas.  Consulté la llegada del vuelo de mi colega de profesión y recé para que llegara después de que la magia se hubiera producido antes mis ojos. 
Por azares del destino así fue. Unos pocos minutos después vi cómo al chico se le iluminaba la cara. Seguí la dirección de sus ojos y yo también sonreí. Una chica rubia, muy joven caminaba en dirección a él con las mejillas sonrojadas. Entonces él levantó las manos haciendo así que los globos se elevaran junto con los ositos de peluche. Y sí… Todas miramos, babeamos y hasta se nos escapó una lágrima. Porque, por mucho que nos empeñemos en lo contrario, hay cursiladas que molan¡¡

miércoles, 11 de mayo de 2016

El libro de mi vida


Tenía doce años cuando leí mi primera novela de Victoria Holt. “La herencia Landower” se titulaba. Hasta aquel momento había pasado los años de mi niñez devorando todo lo que caía en mis manos (incluidas las novelas de la colección Jazmín y Harlequín que cambiaba en el estanco cada semana). Era verano y, mientras en mi casa veían la enésima reposición de la serie Falcon Crest, me iba a mi cuarto a perderme entre las páginas de ese libro. 
La historia me cautivó desde el principio. Dos hermanos, una chica, un misterio y la posibilidad de un gran amor. Tardé solo unos pocos días en devorarlo. Al llegar a la última página tuve esa sensación que ahora me es tan familiar. La de quedarme huérfana. Qué iba a ser de mí sin saber nada más de esos personajes que habían llenado las últimas horas de mi vida. Encontré la respuesta un par de noches después.  
A la mañana siguiente me levanté y fui directa a la hucha en la que guardaba la paga semanal que me daba mi madre. La abrí. Cogí todo el dinero y fui a la librería. Me compré todo lo que tenían de aquella autora que tanto me había fascinado. El resto del verano fue de los mejores que recuerdo. Días de playa y de interminable lectura bajo la sombrilla. Durante esas semanas se fraguó en mi interior parte de la persona que soy ahora. Un solo libro bastó para prender la llama que todavía sigue viva. 
Y vosotros… ¿Tenéis un libro que os marcó?

jueves, 28 de abril de 2016

lunes, 18 de abril de 2016

Un instante especial


Una de las cosas que más me gustan del hecho de escribir es conocer las opiniones de los lectores. Tanto si son buenas como si son malas siempre aprendo mucho de ellas porque me hacen reflexionar sobre cómo enfocar mi próximo proyecto. Desde que hace un mes se publicó “Un vestido a mi medida” me han ido llegando comentarios de todos vosotros sobre una historia que he pretendido que sea diferente y que os emocione. A todos los que os habéis tomado un minuto de vuestro tiempo para hablar conmigo… ¡Gracias!

Ayer tuve ocasión de vivir uno de esos momentos en los que te emocionas hasta más no poder. Ese instante en el que se te eriza la piel desde la nuca hasta la cintura y el estómago te cosquillea con fuerza. El motivo de esta reacción de mi cuerpo se llama Ana. Una chica de quince años que se ha convertido ya en mi lectora más joven y que me escribió una de las críticas de mi última novela que más me han emocionado por su sencillez, su sinceridad y por la pasión que ha puesto en cada una de las líneas que me ha hecho llegar.

Es un inmenso placer para mí que me acompañes en este viaje y espero que volvamos a encontrarnos pronto:)

miércoles, 13 de abril de 2016

Se busca protagonista masculino





Hace poco más de un mes que se publicó "Un vestido a mi medida", la última novela que he escrito y que estoy disfrutando al máximo mientras la promociono por toda España. Cualquier otra persona estaría centrada en este trabajo en exclusiva, Sin embargo yo... ¡Ya me conocéis! 

La cuestión es que he empezado ya a escribir el que será mi próximo libro publicado con editorial (porque antes hay otros proyectos exclusivos para Amazon) y que ya os avanzo será para 2017. Es una historia de amor, desamor, traición y muchos sentimientos que está ambientada entre Barcelona y un pequeño pueblo de la provincia de Pontevedra. Hasta aquí lo que os puedo contar sobre el argumento. 

Ahora ando enfrascada buscando al personaje masculino, ese que hará temblar los cimientos de mi protagonista y con el que vivirá cosas inolvidables. Ahí es donde me ha surgido el debate interior. Tengo dos candidatos y necesito vuestra ayuda. ¿Kortajarena o Velencoso? ¿A quién de estos dos pedazo de señores veis como protagonista de un amor de esos que te cambia la vida??

lunes, 11 de abril de 2016

A fuego lento



Llevo semanas dándole vueltas a nuevos proyectos que quiero que vean la luz lo antes posible. Uno de ellos probablemente lo haga después del verano y el otro es ya para 2017. Sin embargo, es este el que está ocupando gran parte de mi tiempo. Se trata de una nueva novela que me ronda por la mente desde hace bastante tiempo y que al final me he atrevido a empezar a escribir. Suele decirse que los escritores nos alimentamos de lo que pasa a nuestro alrededor a la hora de contar nuestras historias y que basamos nuestros personajes en personas de nuestro entorno. 
En mis últimas novelas he tratado de obviar esta norma. He procurado crear entornos y situaciones que poco o nada tuvieran que ver conmigo porque pensaba que era lo correcto. La cuestión es que en los últimos tiempos pasan demasiadas cosas a mi alrededor como para seguir ignorándolas. Por este motivo en esta nueva novela que verá la luz en unos meses, tanto la protagonista como uno de los secundarios están siendo creados a partir de personas que conozco, a las que quiero y que han vivido cosas muy intensas que creo que merecen ser contadas. Sé de la dificultad de crear un personaje desde cero y esperaba que fuera algo más sencillo hacerlo a partir de personas que conozco desde hace años. Estaba equivocada. Hablar, aunque desde la ficción, de la vida de otros es todavía más complicado que tener que inventarse las cosas. En cualquier caso, lo estoy disfrutando mucho. 
Todavía no os puedo desvelar demasiado de esta nueva novela de la que me estoy enamorando más con cada día que pasa. Solo deciros que está ambientada entre Barcelona y un pequeño pueblo de Galicia. Viviremos amor, desamor, celos, envidias y, por primera vez, conoceremos a una de esas malas a lo Ángela Channing. Tengo que confesar que este es uno de los personajes con los que más estoy disfrutando. Me encantaría contaros más cosas, pero entonces estaría desvelando demasiado y se perdería la magia de que seáis vosotros quienes descubráis esta historia. 

sábado, 5 de marzo de 2016

La primavera ha venido...




Ya es primavera. Y no porque lo diga el Corte Inglés ni los 18ºC que hay ahí fuera. Sino porque ya ha empezado el bombardeo de "Pierde 20 kilos en un mes", "Pierde 8 kilos en 3 días" y ponte esta crema que va a hacer que se te quede la piel del trasero como la de un recién nacido. También es la época en la que los gimnasios se llenarán de gente que pensarán que con solo 8 semanas (eso si no abandonan antes como suele pasar) conseguirán marcar los abdominales en el bikini y tener los muslos tersos para meterse en esos shorts que se han comprado con la esperanza de entrar en ellos en mayo. 
Cada vez que leo este tipo de anuncios me invaden dos sensaciones. La primera es el estupor. Me parece increíble que todavía haya personas que se crean esta serie de cuentos chinos y que castiguen el cuerpo con dietas que, más que adelgazar, lo que hacen es dejarte machacada, ansiosa y con ganas de comerte ocho kilos de chocolate en cuanto se dejan. La segunda es una mezcla de alegría perversa y tristeza cuando veo a señoras sudando como pollos corriendo sobre la cinta del gimnasio mientras pienso: "No llegas ni de coña". Seguro que ahora más de uno está pensando que soy una cabrona insensible. Tal vez sí pero no es ese el argumento que válido de esta reflexión. La cuestión es otra... 
Si uno es consciente de que le sobran kilos, no porque lo diga la moda o la cinturilla del pantalón, sino porque un profesional le ha aconsejado bajar de peso, ¿no es mejor ponerse a ello manos a la obra cuando antes y no darse estos atracones que no sirven para nada? ¿Por qué no empezar haciendo ejercicio físico moderado en vez de meterse una clase de body pump de la que seguro saldrá con agujetas para un mes? ¿Por qué no cuidarse durante todo el año sin privarse de nada y castigarse ahora comiendo tan solo tres hojas de lechuga al día o un yogur?

sábado, 20 de febrero de 2016

Un nuevo proyecto


El próximo día 15 de marzo saldrá a la venta la novela "Un vestido a mi medida". En esta ocasión lo hace de la mano de Versátil, una editorial a la que estoy muy agradecida por haber confiado en este proyecto y con la que espero poder trabajar en muchas más ocasiones. El libro estará a la venta tanto en papel como en digital, de modo que no tenéis excusa para no leerlo.  

Ahora seguro que os estáis preguntando por el argumento. Pues bien... Aquí lo tenéis:))


Estoy impaciente porque lo leáis y me deis vuestra opinión. Nos vemos en nada'¡¡¡