jueves, 26 de mayo de 2016

En ocasiones veo magia



Hace unos días tuve que ir al aeropuerto a recoger a un autor que venía a pasar unos días a Barcelona. Fui con bastante tiempo porque me gusta observar siempre el ambiente que se respira en la zona de llegadas. Esas caras de entusiasmo, de ansia, de expectación ante el inminente momento de ver a los seres queridos a los que tanto se ha echado de menos. O tal vez se esté esperando a ese ser que verás por primera vez y que es posible que se convierta en el amor de tu vida. 
Me puse como siempre en la parte de atrás junto a la cafetería. Desde allí tenía una visión perfecta de todo lo que acontecía. Después de pasear la mirada durante varios minutos me fijé en un chico alto, moreno. Cómo no verlo. Ahora seguro que pensáis que voy a decir que era guapísimo y divino. Pues no. El chaval era de lo más normalito del mundo, aunque había algo que le hacía sobresalir sobre el resto. Me acerqué un poco hacia donde se encontraba para comprobar que era cierto lo que mis ojos habían intuido. En efecto. Allí estaba. 
En la mano derecha y casi a ras de suelo el joven llevaba un montón de globos de colores que trataba de ocultar de la vista de los demás probablemente para no ser objeto de burla o mofa. Siempre hay gente muy gilipollas, ya sabéis. En la mano izquierda llevaba un montón de ositos de peluche unidos entre sí con cintas de colores. 
El corazón se me aceleró. Lo confieso. Estaba a punto de presenciar uno de esos encuentros románticos que se ven en las películas y que, reconozcámoslo, nos hacen babear a todas.  Consulté la llegada del vuelo de mi colega de profesión y recé para que llegara después de que la magia se hubiera producido antes mis ojos. 
Por azares del destino así fue. Unos pocos minutos después vi cómo al chico se le iluminaba la cara. Seguí la dirección de sus ojos y yo también sonreí. Una chica rubia, muy joven caminaba en dirección a él con las mejillas sonrojadas. Entonces él levantó las manos haciendo así que los globos se elevaran junto con los ositos de peluche. Y sí… Todas miramos, babeamos y hasta se nos escapó una lágrima. Porque, por mucho que nos empeñemos en lo contrario, hay cursiladas que molan¡¡

miércoles, 11 de mayo de 2016

El libro de mi vida


Tenía doce años cuando leí mi primera novela de Victoria Holt. “La herencia Landower” se titulaba. Hasta aquel momento había pasado los años de mi niñez devorando todo lo que caía en mis manos (incluidas las novelas de la colección Jazmín y Harlequín que cambiaba en el estanco cada semana). Era verano y, mientras en mi casa veían la enésima reposición de la serie Falcon Crest, me iba a mi cuarto a perderme entre las páginas de ese libro. 
La historia me cautivó desde el principio. Dos hermanos, una chica, un misterio y la posibilidad de un gran amor. Tardé solo unos pocos días en devorarlo. Al llegar a la última página tuve esa sensación que ahora me es tan familiar. La de quedarme huérfana. Qué iba a ser de mí sin saber nada más de esos personajes que habían llenado las últimas horas de mi vida. Encontré la respuesta un par de noches después.  
A la mañana siguiente me levanté y fui directa a la hucha en la que guardaba la paga semanal que me daba mi madre. La abrí. Cogí todo el dinero y fui a la librería. Me compré todo lo que tenían de aquella autora que tanto me había fascinado. El resto del verano fue de los mejores que recuerdo. Días de playa y de interminable lectura bajo la sombrilla. Durante esas semanas se fraguó en mi interior parte de la persona que soy ahora. Un solo libro bastó para prender la llama que todavía sigue viva. 
Y vosotros… ¿Tenéis un libro que os marcó?