sábado, 26 de septiembre de 2015

Cuando el tiempo va hacia atrás






Hola me llamo Raquel. Nací en septiembre de 1973. Por lo tanto tengo ya 42 años. Sin embargo hoy cumplo 35.  Probablemente estéis pensando que soy una de esas mujeres que ya han empezado a quitarse años y se han plantado en una edad determinada porque me espanta envejecer. No es el caso. La razón por la que hoy cumplo treinta y cinco años se remonta exactamente a siete años atrás. 
Quienes me conocen saben que siempre he sido una persona muy extrovertida, alegre y vital. En mi casa me enseñaron que a la vida hay que plantarle cara y que no hay que rendirse nunca. Así he ido yo por la vida siempre hasta hace unos años. Por una serie de situaciones personales que no voy a explicar y de decisiones que tampoco vienen al caso, de la noche a la mañana todo el mundo que conocía cambió. La persona que siempre había sido desapareció y la vida que con tanto esfuerzo me había construido también se esfumó. 
En unos pocos días pasé de la luz y la fuerza a la oscuridad más absoluta. Me enfrenté a ella con todas las armas que tenía a mi alcance pero la oscuridad se fue haciendo cada vez más y más grande hasta que, al final, me dejé arrastrar por ella. Estoy convencida de que todas las cosas que pasaron en mi vida desde los 35 hasta los 40 años no fueron una mierda, ni un completo desastre. Pero, cuando echo la vista atrás, solo recuerdo esa oscuridad que lo envolvía todo, angustia, lágrimas, desesperación y una sensación de no tener ni idea de por qué tenía que seguir adelante. 
Sé que durante todo ese tiempo hubo una persona a mi lado que siempre me tendió la mano. Alguien que me abrazaba cada vez que podía y me recogía cada lágrima mientras me susurraba que todo saldría bien, que algún día me reencontraría conmigo misma en el camino. Y así cumplí 36, 37, 38, 39, 40….  Tengo que admitir que convertirme en cuarentañera marcó un punto y aparte en mi vida. Empecé a ver las cosas de un modo diferente y, poco a poco, la luz al final del caminó empezó a dibujarse. Me levanté. Volví a luchar y, lo más importante, sonreí de nuevo. No fue fácil y sí, recaí en muchas ocasiones. Pero ya no me dejaba arrastrar por la oscuridad. Ahora la luz tenía mucha más fuerza. 
Hoy tengo 42 años y, aunque tengo mis días malos como todo el mundo, mi vida ha cambiado por completo. Soy feliz. Vivo, siento, respiro, río, amo y me siento (como diría Montse) de putísima madre. Sé que no puedo recuperar el tiempo perdido porque, en realidad, no lo fue. Necesité de aquella angustia para ser quien soy ahora. Eso es algo que he ido asumiendo con el paso del tiempo. Sin embargo sí que hay algo que está en mi mano. Recuperar todas y cada una de las edades de las que solo recuerdo tristeza. 
Por eso hoy cumplo 35. Mi vida es otra y mi actitud también. He conocido a gente maravillosa en el camino. Con algunas de esas personas compartiré hoy cañas, almuerzo y copas. Sé que después de esto, cuando un día me retire a la casa frente a la playa junto a la persona a la que quiero, echaré la vista atrás y una sonrisa se dibujará en mis labios. Los 35 fueron geniales y, afortunadamente, empiezan hoy. 

5 comentarios :

  1. Me encanta esto que has escrito Raquel. Te deseo lo mejor, porque te lo mereces y como ya eres una experta en gestionar el lado oscuro, no tienes peligro. Biquiños guapa!

    ResponderEliminar
  2. Muchas felicidades, preciosa. Me he emocionado con tu post. Un beso enorme.

    ResponderEliminar
  3. Felices días! Gracias por compartir una parte de tí y los mejores deseos para que cada uno de estos años sea mejor que el anterior. Un abrazo :)

    ResponderEliminar