Siempre
me ha gustado la lluvia. Tal vez porque me crie en un lugar en el que las nubes
son la excepción y no la regla. O quizás porque el aroma a tierra mojada me
activa la mente. Hoy es uno de esos días en los que veo llover a través del
cristal y me siento afortunada de trabajar en lo que me gusta. Hace ya algunos
años que la vida me llevó a tomar una de las decisiones más importantes: Tener
un curro de 9 a 18 del que me quejaba a todas horas y que me tenía amargada, o
arriesgar. Conseguir lo que siempre había soñado. No fue fácil, la verdad.
Sigue sin serlo. Pero, en momentos como este, en los que solo tengo que mirar
la pantalla de mi ordenador y teclear, doy gracias por haber sido fuerte y
haber antepuesto mis deseos a cualquier otra cosa. Ahora mismo, me siento afortunada por teneros
ahí… al otro lado
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