Seamos sinceras. Ya puedes utilizar las cremas más caras y eficaces del mercado, machacarte en el gimnasio y incluso recurrir a la cirugía. Pero hay una verdad universal A partir de los 40 las carnes se nos empiezan a descolgar y el cuerpo da las primeras señales de lo que nos espera.
Con esto no me refiero a que, de la noche a la mañana, nos vayamos a encontrar con los pezones haciendo surcos en la arena de la playa. La cosa no funciona así. El deterioro es mucho más sibilino.
Una mañana te levantas y al mirarte en el espejo descubres una arruguita en el cuello que antes no estaba ahí. Otro día descubres que tienes una manchita minúscula en el dorso de la mano. Así sucesivamente hasta que llega ese instante cruel, es momento para el que nadie te ha preparado nunca. Esas fugaces décimas de segundo en las que descubres que tienes canas.
Pero no en la cabeza. De esas ya hace mucho tiempo que te ocupas. No. Las canas se han adueñado de tol centro de tu chichi como por arte de magia. Entonces te sientes como aquella niña que un día fuiste y que escuchaba embelesada eso de La primavera ha venido y nadie sabe cómo ha sido.
Sí, querida amiga. Pero a ti no es precisamente esa estación del año la que te ha venido sino más bien el anuncio de un otoño que, aunque todavía lejano, ya empieza a rondarte. Y ahí estás tú sintiéndote joven, espléndida, vigorosa. Estás en esa etapa de la vida en la que te sientes más fuerte que nunca y más segura. Sin embargo esos puñeteros pelos blancos en el centro de tu placer te delatan.
Saltas del váter, corres hacia el armario de encima del lavabo, coges las tijeras y procedes a eliminar cualquier muestra de envejecimiento. No lo niegues. Tú también lo has hecho. Y sonríes satisfecha porque, al menos, has eliminado el mal visible de tu cuerpo. No hay nada que baje más la lívido que acercarse a un pubis con pelaje de dudosa reputación.
A partir de ese instante te haces fan de las ingles brasileñas y hasta del chocho muñeca pero, en el fondo, sabes que las canas están ahí. Puedes sentirlas en tu interior....
Hoy he tomado una decisión Vivir con el felpudo como la tele en blanco y negro. Mi Pepe tiene la misma vista que un topo en un after. Ya estoy harta de andar con las chuchillas y los picores todas las semanas. Que llevo más polvo de talco gastado en esto que en el culo de mi hijo mientras fue un bebé.
Hoy saldré a la calle con la melena al viento y con la certeza de que sí... me hago mayor. ¡Pero qué bien me siento, coño!
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