martes, 28 de abril de 2015
A true story
Suena el timbre. Salgo del despacho y abro la puerta. Aparece ante mis ojos un maromo de unos 27 años con un mono azul y una bonita sonrisa. Le sonrío como una mema mientras caigo en la cuenta de que llevo la misma pinta que Estela Reynolds cuando se pone un whiskito cortito. Pero ya es tarde para hacer nada así es que sigo sonriendo.
- Hola. Vengo a hacerte la revisión- dice el mozo quien me enseña una acreditación a la que yo apenas presto atención.
- Pasa, pasa y revisa...
El muchacho entra y se queda parado en el salón. Sin dejar de mirarme de arriba a abajo (probablemente ha pensado que soy una friki colgada) ha empezado a hablar.
- ¿Me indicas dónde tienes la caldera?
Hombre así en frío sin saber ni siquiera su nombre me ha parecido muy fuerte contestar a su pregunta. Sin embargo he pensado: "Pues donde voy a tener la caldera, hijo? Donde todas¡¡¡". Pero como me daba apuro responder he seguido mirándole con cara de besugo. El joven ha debido confirmar con esta actitud que soy sencillamente gilipollas y ha vuelto a preguntar.
- Es que necesito hacerte unas mediciones y necesito que me digas dónde está la caldera.
"Madre mía esto sí que es ir directamente al grano" he pensado yo mientras que trataba de vocalizar alguna palabra coherente.
Entonces el tremendo ha abierto un maletín que yo ni me había dado cuenta de que estaba allí y ha sacado una especie de termómetro gigantesco apto para dinosaurios. Primera frase que me ha venido a la mente: "Como todo lo que tenga para medir sea así muero". Ya con el medidor en la mano me ha vuelto a preguntar por la caldera. Y por fin lo he entendido todo...
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"Pues donde voy a tener la caldera, hijo? Donde todas¡¡¡".
ResponderEliminarMuy, muy divertido..
genial! Raquel!
te invito al mío: http://bit.ly/1E0oHxI Saludos.