miércoles, 18 de febrero de 2015

La iaia


Se llamaba Montse pero todos la conocíamos como “la iaia”. Noventa y un años. Muy alta a pesar de la edad. Pelo tan blanco como las nubes en un cielo de primavera. Cada día desayunaba un café con leche, una copa de anís y se fumaba al menos cuatro cigarrillos mientras estaba sentada en la terraza viendo cómo pasaba la gente por la calle. Siempre una sonrisa o un comentario audaz, irónico, inteligente.
Vivía sola. Según ella misma decía «mis hijos solo quieren trincar». Tenía esa necesidad de todos los seres humanos de conversar, de interactuar con el mundo al menos un par de horas al día mientras pasaba el resto del tiempo en soledad. Buscaba alguien que escuchara su historia que, curiosamente, no iba ni de enfermedades ni de reproches a la vida. Su historia era intensa, apasionada y cargada de anécdotas que, de no compartirlas, habrían desaparecido con ella.
Por suerte durante más de tres años ha estado explicando recuerdos de un barrio al que yo llegué por casualidad. Historias de una Barcelona que me han dejado fascinada. Pasiones muy lejanas en el tiempo que ella no dejó de vivir a pesar de la «España puritana y llena de cuervos con rosario» en la que pasó sus mejores años.

Hoy me alegro de haberla escuchado durante días, semanas, meses… Me siento bien por haber compartido cada café de la mañana con ella mientras la veía fumar con la mirada perdida en los recuerdos. Estoy feliz porque la vida la pusiera en mi camino justo en el momento en el que la necesitaba. Hoy no te digo adiós, Montse sino hasta luego. Como te solía decir y tú siempre me mandabas a hacer puñetas: «No mueres mientras alguien te tenga en su recuerdo». Tú vives en el mío. Lo harás siempre. 

martes, 17 de febrero de 2015

Siempre Óscar





Hay canciones que nos llevan a un momento concreto de nuestra vida. Sonidos que evocan aquel instante en el que pensamos que tenemos toda la felicidad al alcance de nuestra mano y que solo basta con que alarguemos los dedos para alcanzarla. Hoy, mientras escribía, ha vuelto a mí una de las bandas sonoras que más me llevan a ti, Óscar.
Durante los últimos días he hecho un esfuerzo importante por olvidarte, por sacarte de mi vida. He tratado de convencerme de que lo nuestro no va a ninguna parte, que no hay ningún futuro para esta relación que me ha sorprendido en medio de una vida completamente desorganizada. Pero no ha servido de nada porque cada vez que cierro los ojos te veo sonriéndome, susurrándome deseos al oído o acariciándome cada centímetro de mi piel.

No sé a dónde me lleva todo esto aunque cada día que pasa tengo un poco más claro que no quiero seguir viviendo con esta angustia en mi interior. Hoy me siento un poco más como ese samurái que jamás se da por vencido. Aquí y ahora solo sé lo mucho que te necesito en mi vida. En este mismo instante incluso estoy dispuesta a reconocer lo mucho que te quiero.